Marcelo Arnold-Cathalifaud: Ciencias sociales latinoamericanas

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Comentarios sobre las ciencias sociales latinoamericanas

 
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Marcelo Arnold-Cathalifaud


 
 
Mi experiencia como Presidente de la Asociación Latinoamericana de Sociología (2013-2015) me permitió observar la riqueza y variedad de las expresiones de las ciencias sociales regionales, pero también apreciar sus debilidades y los desafíos que deben superar. Esa posición, además, me entregó el convencimiento que nuestras producciones deben mantener su tradicional perspectiva reflexiva crítica y no abandonar ese sello, pero a la vez deben apoyarse en recursos acordes con el mejor nivel de nuestros estándares disciplinarios. Con todo ello mi motivación es posicionar nuestras producciones en el contexto global, aumentar su protagonismo e impacto y reducir su dependencia, especialmente cuando no hay limitaciones intrínsecas, o inalterables que lo impidan.

Las posibilidades para el desarrollo de las ciencias sociales regionales son auspiciosas. Los acelerados cambios y las recurrentes crisis e incertidumbres, de todos los tipos, que se notifican a través de los medios de comunicación para las masas han incrementado la necesidad de explicaciones y tecnologías que contribuyan a la convivencia social y al mejoramiento de nuestra calidad de vida. Sin embargo, las expectativas pueden decepcionar cuando nuestros aportes carecen de fundamentos sólidos.

Ciertamente, la producción de conocimiento sobre nuestra Región requiere sortear el problema de que se hace cada vez más arduo tratar las interrelaciones sociales, esto dificulta mucho pronosticar e incluso indicar tendencias de corto plazo. La complejidad de los fenómenos sociales es apabullante, pero a ello no debe agregarse el desánimo o la pasividad en nuestras comunidades académicas. A propósito de lo último, llama la atención que nuestros acervos disciplinarios, es decir aquellas materias que se enseñan a los estudiantes o que se referencian en las publicaciones están producidas, casi exclusivamente, en centros localizados en los países occidentales desarrollados. Sin que asombre muchos esperan de autores foráneos la inspiración, o los recursos, para estudiar e interpretar nuestras realidades, incluso abastecerse con pensamiento crítico o de nuevos enfoques latinoamericanistas. Esta situación choca con lo deseable y da cuenta de un limitante auto-colonialismo disciplinario.

Ciertamente, el estado de las ciencias sociales regionales está relacionado con la globalización del modo de operar del sistema científico y de sus estructuras, cuyas nuevas formas han implicado, entre otros aspectos, una unilateral estandarización de sus formatos. Estos ajustes, que tienen entre sus funciones facilitar un encadenamiento de los conocimientos publicados y su exposición y debate ante públicos más diversos –aunque no necesariamente con una mayor calidad o compromiso social-, benefician hasta ahora a las producciones anglo-eurocéntricas. Por extensión contribuyen a la difusión indiscriminada de sus temas y énfasis (actualmente conflictos religiosos y migraciones forzadas).

En la práctica la ciencia social anglo-eurocéntrica se ha reforzado con más prestigio y financiamiento, en menoscabo con las formas que no se asimilan o asemejan a sus patrones. Solo la arista de la ISI-manía y la hegemonía del inglés, mientras debilita y desalienta otras alternativas, acrecientan la dependencia. Lo anterior se traduce en que los estudiantes e investigadores latinoamericanos se informen o estudien lo que ocurre en el mundo, y hasta lo que acontece en sus propias calles, en lenguas y revistas extranjeras.

Atendiendo a este diagnóstico y suponiendo razonablemente que, por ahora, las condiciones descritas no variarán, deberían elaborarse propuestas y alternativas para su superación. La tarea no es fácil, pero tampoco imposible. Las actuales formas de las actividades científicas y los recursos humanos y tecnológicos disponibles, nos ofrecen buenas oportunidades para participar, de forma más decidida, en las producciones de punta en ciencias sociales, incluso para poder plantear alternativas contra-hegemónicas.

Contribuiría a dar un salto colocar nuestro foco en observar las producciones regionales más reconocidas. Por ejemplo, estudiar las características de aportes como la modernización asincrónica de Germani, la teoría de la dependencia de Cardoso y Faletto, la evolucionista de Ribeiro, a los cuales podrían agregarse las más recientes producciones de Ernesto Laclau, Paulo Freire, Theotonio Dos Santos, Pablo González Casanova, Antonio Cattani, Aníbal Quijano, José Mauricio Domínguez, Fernando Robles, de las investigadoras feministas y de muchos otros y otras investigadores(as) latinoamericanos(as). Salta a la vista que estos aportes de excelencia, que contravienen las tendencias, vinculan análisis de procesos sociales locales con equivalentes de alcance global y no desestiman incorporar críticamente conceptualizaciones o metodologías de carácter universalista. De esta manera, autores como los indicados, favorecen que sus explicaciones se conecten e impacten ante públicos más extensos y especializados. De ese escrutinio deriva como lección que una buena alternativa para reforzar a las ciencias sociales regionales es fomentar investigaciones con ese formato. Es decir, tratar temas-problemas que se despliegan en el mundo contemporáneo. Por ejemplo, las nuevas y crecientes desigualdades y exclusiones sociales; la devastación de los recursos medioambientales y el calentamiento global; el repliegue de los estados, la desprotección y el individualismo; las modificaciones de las pautas afectivas, sexuales y de género; la transformación de la impaciencia ciudadana en indignación, protestas y otras expresiones equivalentes. Sin duda esos temas se tratan con frecuencia, pero al descuidar las vinculaciones globales sus ofertas de comprensión son particularistas e insuficientes.

Desde Latinoamérica podría contribuirse con mucha evidencia comparativa sobre, por ejemplo, los conflictos, desigualdades y precariedades sociales y su tratamiento -temas que bien van conociendo y experimentando muchos europeos, chinos y estadounidenses. También con estudios sobre los efectos sociales que se relacionan con rápidos e inequitativos crecimientos económicos, que han dado lugar al creciente protagonismo político de los sectores medios emergentes, sobre las vulnerabilidades de la variante neoliberal del capitalismo contemporáneo, o de cómo las aspiraciones de los individuos y sus familias se procesan con mejores posiciones de consumo dando lugar a vidas cotidianas que se desenvuelven, sin respiro, bajo un futuro pleno de incertidumbres. Así las ciencias sociales regionales podrían hacer importantes aportes e incluso anticipar tendencias globales.
La necesidad de robustecer nuestras disciplinas vale tanto si se las conciben como medios de ilustración o de emancipación. También quienes desconfían de las instituciones y promueven cambios radicales, o re-plantear utopías movilizadoras, no pueden conformarse con producir y justificar sus acciones con decisiones basadas en la intuición o el voluntarismo.

Sin la contención de conocimientos fundamentados científicamente, y con toda su provisionalidad, a los ciudadanos solo les queda ser abastecidos de información sobre sus países, y sobre sus propias condiciones de vida, de los peores modos. La banalización, el dogmatismo y el simplismo siempre están prontos para cubrir los vacíos. Así, la publicidad y las consignas ganan terreno en la conformación de la imagen de sociedad por parte de la opinión pública. Esa última ruta no es promisoria, apuntala al desconcierto y la perplejidad confundiendo conocimientos sociológicos con las declaraciones de opinantes y comentaristas que exponen sus particulares, y efímeras, creencias a públicos que sólo buscan confirmar las propias, o que persiguen enfrentar su tedio con el escándalo y el sensacionalismo.

Ciertamente, el fortalecimiento y posicionamiento global de las ciencias sociales regionales, acorde con nuestros deseos, y las posibilidades que indicamos, no ocurrirá como un proceso natural del cual el tiempo se hará cargo. Los efectos de una actitud pasiva son similares a lo que ocurre en una escalera mecánica: todos avanzan, pero las distancias permanecen, cuando no, algunos ya están en los otros pisos. Vale mucho la pena explorar las ofertas disponibles que podrían contribuir a remontar sus actuales déficits y contribuir a sus desarrollos. Nada conviene menos que la cómoda crítica de pasillo o alrededor de un té de mate, un vaso de vino o de un café, o el sometimiento a los patrones de producción y circulación científica, hoy hegemónicos, sin intervenir en ellos.

Debe subrayarse la enseñanza de unas ciencias sociales críticas y rigurosas. Ambas condiciones son requisitos para que estas disciplinas sean tomadas en cuenta como contribuyentes para un “buen hacer”. Disponemos para ello de los recursos reflexivos, tanto en nuestras centenarias universidades públicas como en nuestros nuevos centros académicos. Quién sabe si desde allí puedan producirse aportes que tengan una profunda significación, no solamente para la requerida comprensión sociológica de la sociedad, sino también para bosquejar, desde Latinoamérica, el futuro que queremos para la convivencia humana. Aunque lo anterior pasa también por moderar las expectativas frente al tipo de verdad y objetividad que contienen nuestros conocimientos, cada vez más provisorios, y lo mismo respecto a los beneficios esperables de sus aplicaciones. Pero con todo, esas restricciones son mejores que sus actuales alternativas.

Independientemente de las estrategias que se adopten, es deseable la integración de las producciones regionales con las nuevas discusiones, conjuntamente con la apropiación crítica y creativa de sus debates. En síntesis, las ciencias sociales regionales deben ocuparse de actualizar sus teorías y métodos para lograr acompasarse con las realidades que se requieren explicar, la mayoría de las cuáles están vinculadas con procesos sociales globales y de alcances sistémicos.
Bueno, los desafíos están expuestos podemos empezar a sacudirnos o proseguir en nuestra espera.

 

 

Arnold_Marcelo2016 - portraitProf. Dr. Marcelo Arnold-Cathalifaud. Profesor Titular de la Universidad de Chile; Departamento de Antropología de la Facultad de Ciencias Sociales. Presidente de la Asociación Latinoamericana de Sociología (2013-2015). Recientemente ha participado en la compilación del libro El pensamiento latinoamericano: diálogos en ALAS. Sociedad y Sociología (2015). Autor de numerosas publicaciones, estudios e investigaciones donde aplica la teoría de los sistemas sociales. Su trabajo académico se centra en el desarrollo de esta teoría (sociopoiesis), epistemología constructivista, estudios en sistemas organizacionales e investigaciones sobre complejidades emergentes de la sociedad contemporánea. Entre estas últimas, efectos sociales de las biociencias sobre la sociedad, los organismos y el ambiente; cambios en las formas de solidaridad y colaboración social; política, desigualdades y exclusión social; desarrollo de las ciencias sociales regionales y, actualmente, los impactos de los procesos de envejecimiento poblacional. Email: marnold@u.uchile.cl

 

 

Imagen de bandera: Un árbol invernal en un cielo intensamente azul, esperando volver a reverdecer en la primavera. Las condiciones de las ciencias sociales regionales sólo esperan su momento. (Marcelo Arnold-Cathalifaud, 2016.)

 

 

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